Nº 51 ~
Muñeco chillón Švejk
Europa, siglo XX
Juguete basado en las ilustraciones de Josef Lada
Hace unos días, antes de que Rusia invadiera Ucrania, el autor e ilustrador Sergio Ruzzier colgó una foto en redes sociales que mostraba unos soldaditos de plástico de los años setenta, fabricados por la empresa italiana Atlantic. Venían en una de esas placas de plástico moldeadas por inyección, en la que las figuras aún estaban sujetas a una barra central, a la espera de que alguien los separara. Esta caja en concreto contenía soldados heridos y muertos, camillas y, para rematar, un sacerdote. Los horrores más explícitos de la guerra condensados en un formato de plástico liviano para máxima diversión: puedes verlos aquí (Atlantic 9017 1/72 H0).
Se me ocurrió que para el retrato nº 51 podría ser interesante buscar otros buenos ejemplos de este tipo de soldado de juguete, aunque dudaba de que pudiera encontrar algo más provocador que esta cajita de heridos y muertos. Busqué diferentes marcas y estilos, y también otros países de fabricación, y lo cierto es que abundan los ejemplos de estos soldados de plástico de fabricación masiva, que guardan una relación directa con el caballero de juguete del siglo XIV de Francia que dibujé en el Retrato Nº 36 . Creo que mis cejas subieron hasta a altitudes insólitas cuando me topé con esta unidad especial de mujeres, fabricada hoy en los EE. UU. (en rosa, naturalmente.)
Me resulta curioso que en mis pequeñas investigaciones con frecuencia emprendo un viaje virtual que acaba depositándome justo en el lugar donde empecé, tras haber hecho una especie de recorrido circular en el que he ido adquirido información por el camino. Al ver referencias a la expresión “hombrecitos verdes” o “little green men” para describir a estos soldaditos de plástico, la primera página de resultados también me llevó a artículos de 2014 sobre conflictos entre Rusia y Crimea, y Rusia y Ucrania. Los soldados rusos que fueron enviados de forma “extraoficial” a ambas regiones adquirieron el apodo de “hombrecitos verdes” (¿guerra? ¿qué guerra?). Fue extraño encontrar la expresión usada para referirse tanto a los juguetes como a los soldados de verdad, como si los paralelismos entre la guerra y el mundo del juego no debían ser (¡no podían ser!) tan sencillos y facilones.
Esta semana, desde la seguridad de mi casa y entre montañas de trabajo y un eterno doomscrolling – esa horrible tendencia a refrescar las noticias constantemente para ver cuánto más terrible es el mundo con cada minuto que pasa – he pensado en la guerra (en Ucrania y en innumerables sitios), y en cómo la viven los niños. En concreto, he pensado bastante en el papel que desempeñan los juguetes y el juego a la hora de procesar la vida según va pasando.
Mientras iba mirando imágenes de soldados de juguete, nuevos y antiguos, en busca de algo que me llamara la atención de forma especial, encontré la figura que he escogido para este retrato, y por primera vez en mucho tiempo, sonreí. ¡Era, ni más ni menos, mi querido buen soldado Švejk! Me pareció oportuno dedicarle un retrato, por sintetizar tantas cosas sobre la guerra en general y, específicamente, sobre la guerra en Europa, ya sea hace 100 años o ahora.
Dado lo mucho que se parece esta figura a la maravillosa obra de Josef Lada (ver más abajo), aunque su descripción diga que es “probablemente” el buen soldado Švejk, creo que podemos afirmarlo sin duda alguna. Para quien no sepa nada de este personaje, “Las aventuras del buen soldado Švejk” (a veces también escrito Schweik) es una comedia negra satírica sobre la Primera Guerra Mundial, escrita por Jaroslav Hašek (1883-1923). Puedes echar un vistazo a la nota de cubierta de la edición de Acantilado (titulada en este caso “Los destinos del buen soldado Švejk durante la guerra mundial” y traducida por Fernando Valenzuela).
Me parece un detalle maravilloso y perfecto que esta encarnación de Švejk sea un juguete chillón de los que pitan al estrujarlos. Fue uno de los artículos subastados del patrimonio del dramaturgo inglés Arnold Wesker. La casa de subastas no aporta ninguna información sobre cómo, cuándo o dónde lo adquirió Wesker. Si miras la fotografía verás que se subastó junto con la figura de un perro (enorme en comparación con Švejk), pero lo omití del dibujo, ya que hay poca información sobre las dos figuras, y no quise suponer que venían juntos originalmente. Aun así, en el libro, Švejk – quien se describe a sí mismo como idiota (“Me eximieron del servicio militar por estupidez y la comisión me declaró oficialmente imbécil. Soy un idiota oficial.’ – trad. de Monika Zgustová 2013) – es ladrón y comerciante de perros en su vida civil, falsificando certificados de pedigrí para chuchos callejeros, y haciendo lo posible por venderlos.
Busqué otros juguetes de Švejk, y encontré viejos juguetes de cuerda, marionetas, y otras figuritas (además de cojines, imanes para el frigorífico, etc.). También pude comprobar que aún existen fabricantes que hacen juguetes para niños basados en el personaje. La descripción que acompaña a uno de ellos dice “Seznamte Vaše děti s vojákem Švejkem již v útlém věku!” (¡introduzca a Švejk en la vida de sus niños desde una edad temprana!)
Hace mucho años, pasé un verano viajando por Europa Central. Al llegar a cada ciudad, entraba en una librería y me ponía a buscar libros de autores nativos que aún no había leído. En Brno, me zampé Yo serví al rey de Inglaterra, de Bohumil Hrabal; quizás fuera sugestión, pero el libro me supo especialmente delicioso en el lugar de nacimiento de Hrabal.
En Praga, compré Las aventuras del buen soldado Švejk, que nunca había visto antes. Fue una sorpresa inesperadamente encantadora y, de nuevo, leerlo en la República Checa hizo que el humor me pareciera más gracioso, más agudo y… ¿cómo era posible que no lo hubiera leído antes? Las ilustraciones de Josef Lada también me parecieron especialmente perfectas (puedes ver algo de la obra de Lada aquí, abajo).
Fíjate en la cara de Švejk… Se me ocurre que se le vería bastante a gusto interactuando con mi querido Perro Espacial, al que sin duda trataría de vender como una nueva raza exótica de perro que no requiere comida.
Quizás tener un soldado desastrosamente “malo” como símbolo, a menudo retratado con una jarra de cerveza en la mano, pose relajada y panza generosa, nos puede servir para anclarnos a la tierra un poco. Una visión satírica que surgió al ver cómo los horrores de la guerra se repiten una y otra vez; al ver a personas morir por pura incompetencia y/o la petulancia y los humos de algún hombre que siempre se encuentra bien alejado de los batallones de plástico bajo su mando.
Desprende humor sagaz, autoparodia, una desconfianza absoluta de cualquier cosa que se haga pasar por gloria personal, un reconocimiento del papel estelar del azar en la vida de todos nosotros y un sólido instinto de supervivencia. Me parece una lista envidiable de atributos para cualquier muñequito chillón que se precie.