Nº 26 ~

Muñeca articulada de marfil

Tivoli (Italia), II-III siglo d.C.

Museo Nazionale Romano

En 1929, un hundimiento del terreno en la ribera del río Aniene reveló la existencia de una antigua estructura de mármol. El arqueólogo Gioacchino Mancini se hizo cargo del trabajo de excavación, que desenterró la tumba de una Vestal llamada Cossinia (ver aquí unas breves secuencias insonoras del 1930 del monumento recién excavado). En el vídeo se ve una estructura escalonada, rematada con un cipo funerario. La inscripción dice:

V V COSSINIAE L F
L COSSINIUS ELECTUS

(Virgen Vestal Cossinia, hija de Lucius
Lucius Cossinius Electus)

En el lateral, reza VNDECIES SENIS QVOD VESTAE PAVIT ANNIS HIC SITA VIRGO MANU POPVLI DELATA QVIESCIT L D S C (traducción aproximada: ‘Aquí yace la virgen, llevada a este lugar en manos del pueblo, tras haber servido a Vesta durante 66 años. El sitio ha sido otorgado por decreto del Senado.’) [Nota: Las Vestales juraban servir a Vesta durante 30 años, pero si lo deseaban podían continuar todo el tiempo que quisieran, que es lo que hizo Cossinia.]

Aunque tiene elementos decorativos funerarios en los laterales, no se encontraron restos humanos bajo ella. Sin embargo, hay una estructura adicional sin cipo funerario, con unas escaleras sencillas, que se superimponen parcialmente sobre la primera estructura. Bajo esta estructura, sí se encontraron restos humanos y un ajuar funerario.

Cuando encontré menciones e imágenes de esta muñeca en distintos sitios, se la describía como una pertenencia de Cossinia. De hecho, esto es lo que afirmó Mancini en su día, interpretando que los restos humanos y el ajuar funerario eran de la Vestal, que hubiera tenido entre 72 y 76 años cuando murió.

Me pareció una historia curiosa, y quise hacerme con más detalles, ya que ofrecía un contrapunto interesante a la famosa muñeca que perteneció a Crepereia Tryphaena. En aquel caso, la muñeca era parte de un maravilloso ajuar enterrado junto al cuerpo de una joven mujer que posiblemente murió trágicamente el día antes de su boda, y quizás incluso fuera enterrada vestida de novia. El descubrimiento de esa tumba en concreto se describe en gran detalle en este artículo de Rodolfo Lanciani  (en inglés) publicado en el North American Review en 1890 (A Romance of Old RomeUn Romance de la Roma Antigua), con el que me topé inicialmente en el ejemplar de Daily Alta California del 2 de febrero de ese año, bajo el magnífico titular:

“A ROMANCE OF OLD ROME.
A Bride Buried in her Wedding Dress 1500 Years Ago.
THE ENGAGEMENT RING FOUND”  

“ROMANCE DE LA ROMA ANTIGUA.
Novia enterrada con su vestido nupcial hace 1500 años.
ENCONTRADO EL ANILLO DE COMPROMISO.”

Casi puedo oír la vocecita de un niño por la calle, canturreando ‘Read all about it!, ¡Últimas noticias!  Si tienes un poco de tiempo y te apetece embarcar en un pequeño viaje, recomiendo leer el artículo (en inglés, tarda unos 12 minutos en leerse), que merece la pena ya solo por la forma efusiva en que Rodolfo Lanciani describe cada descubrimiento, y por su predilección por andarse por las ramas. También me hizo pensar hasta qué punto algunas cosas eran producto de pura conjetura y ávido entusiasmo en aquellos días: lo cierto es que ambienta la escena tan bien, y es tan encantadoramente persuasivo, que quizás no importe.

De hecho, consideré la posibilidad de retratar a la muñeca de Crepereia: esa sí que es una historia perfecta, y el ajuar funerario es espectacular. Pero esta muñeca, con su conexión a la Vestal Cossinia, se presentaba como una oportunidad para pensar en las muñecas como símbolos, en la idea de qué es lo que hace que una mujer sea una mujer, y qué relación tienen entre sí los conceptos de la infancia, la virginidad y la ancianidad.

Sin embargo, pronto empecé a comprender que los arqueólogos en la actualidad piden una interpretación más cuidadosa de esta muñeca y su posible dueña, aunque continúe refiriéndose en muchos sitios como la muñeca de Cossinia. El yacimiento es extraño, con esa segunda estructura montada parcialmente sobre la primera (las estructuras que vemos hoy fueron de hecho “recompuestas”, algo que sería impensable en la actualidad), y la interpretación de Mancini presenta varios problemas. El primero es que las fechas de las estructuras no coinciden: se calcula que la estructura dedicada a Cossinia data, como tarde, del año 50 d.C., mientras que la segunda estructura parece ser del siglo II o III d.C., a juzgar entre otras cosas por el peinado de la muñeca, que corresponde a la dinastía Severa (aquí puedes ver el estilo que llevaba Julia Domna, la esposa de Septimus Severus).

También parece que los restos humanos no fueron descritos en detalle en el momento de su descubrimiento, más allá del hecho de que tenía los “dientes casi intactos y muy blancos” (ver este interesante artículo de Francesca Boldrighini, en italiano), lo cual es revelador, dada la edad de Cossinia. El sitio web de ArcheoTibur asegura que los restos corresponden a una joven; este sitio, gestionado por arqueólogos especializados en la zona del Tívoli, hace un buen trabajo de distinguir los hechos de las conjeturas, y aporta claridad a los problemas existentes de interpretación.

En la época romana, las futuras novias hacían ofrendas de sus muñecas y juguetes, a modo de rito de paso y para despedirse de su infancia. Las muñecas de este tipo a menudo se encuentran en tumbas, enterradas junto al cuerpo de una niña –en el caso de Crepereia Tryphaena, una joven soltera. Por esta razón la idea de que una virgen de 70 y pico años fuera enterrada con una muñeca de su infancia me pareció interesante, pero luego se me ocurrió que quizás también era algo morbosa. Me hizo pensar en las fases de la vida de una mujer, desde la infancia hasta la vejez, especialmente con relación a la actualidad, cuando los cuerpos adolescentes y menopáusicos son tabú (especialmente los segundos).

No sabía qué pensar sobre la historia de una mujer que había sido virgen toda su vida (una Virgen Vestal, ni más ni menos) y luego había sido enterrada con su muñeca. Me di cuenta de que lo que me estaba viniendo a la mente era ese tropo de la mujer loca que vive con gatos y muere sola. Claro que las Vestales eran figuras muy importantes en la Antigua Roma, y esta no era una señora anciana cualquiera, pero sí que me hizo pensar en nuestra fascinación con la castidad, en las personas que viven sin pareja y no tienen hijos, y en las ideas de cómo eso podría influir en la experiencia de “ser mujer”, sea lo que sea eso. La muñeca en este sentido sugiere una progresión lineal, en la que la virgen se ha quedado estancada en la fase de la infancia. Puede ser que a las Vestales sí que se les enterrara con sus muñecas a la edad de 70 años, pero el enfoque no me acababa de encajar – quizás lo que me incomodaba era que 1800 años más tarde la muñeca nos llevaría a hablar de su virginidad, en lugar de su función como Vestal.

Esta muñeca fue encantadora de dibujar, aunque ya la había dibujado casi entera cuando tropecé con fotografías mucho más nítidas y con mejores ángulos en la que su apariencia difiere bastante de la que tiene aquí. Lo que más me conmovió fue la calidad y la precisión de la escultura y la forma en que el artesano manejó esas líneas. Me intrigó cuánto me gustó la forma de su cuerpo: el idioma de representación me resulta ligeramente extraño, estilizado pero específico y lo suficientemente realista como para admirarlo y apreciar el esmero con que se creó cada curva. Pensé en lo poco habitual que les resulta a los niños y niñas de hoy ver cuerpos humanos representados de esta forma, a no ser que estén sexualizados. El contraste entre los dos modos que parecen estar a su alcance puede parecer violento a veces.

Recientemente, mientras veía una serie animada, mi hija comentó que ninguna de las niñas tenía el pecho desarrollado, aun cuando la mayoría eran adolescentes. Pensé en este comentario mientras dibujaba esos pequeños bultos y sombreaba el pubis. Me pregunto qué hubieran pensado de ellas las dueñas de las muñecas que he retratado aquí. Si habrían mirado sus formas, frunciendo el ceño extrañadas o incluso escandalizadas, o si sencillamente habrían admirado su belleza, la suavidad de su largo vientre, y esas articulaciones tan bonitamente ejecutadas.  

Previous
Previous

25. Comba

Next
Next

27. Pumpie el elefante