Nº 1 ~
Muñeca zapato
Londres, ≃1905
Museum of Childhood, Edimburgo
La primera vez que visité el Museum of Childhood en Edimburgo, esta muñeca atrapó mi atención más que ningún otro objeto expuesto.
El hecho de que provenga de un barrio pobre londinense de la época eduardiana, y que esté hecha de la suela de un zapato de caballero, un calcetín negro y varios harapos de tela doméstica, hace que sea el juguete más desgarrador y al mismo tiempo el más maravilloso.
Visto el cuidado que se invirtió en coserle un borde de encaje en el cuello y la cofia, me gusta pensar que su dueña la atesoraba.
El objeto está expuesto al lado de un hueso de animal desgastado que luce un vestido, haciendo las veces de muñeca, y otros juguetes improvisados pertenecientes a niños pobres de la misma época.
Fue conservada para la posteridad por el coleccionista y folclorista Edward Lovett (1852 – 1933).
Me gustan muchas cosas de esta muñeca zapato tan sincera, pero más allá de cualquier reacción emotiva que pueda suscitar, lo que más me cautiva son las ideas de reinvención y posibilidad que representa.
Miremos su cara y sus hechuras. A mí me da la impresión de que sería una muñeca bastante dócil: ¿puede ser que sus hombros caídos sugieran que aceptaría algo de liderazgo por parte de su dueña? ¿O esa expresión significa en realidad que está frunciendo el ceño, y es un poco gruñona?
Quien la hizo no se limitó a dibujarle sus rasgos; se ha invertido tiempo y consideración en cada detalle. Está hecha en parte de un calcetín relleno; ¿por qué no usar solo el calcetín y los harapos de tela, y prescindir de ese tacón tan duro? Pero quizás era deseable que tuviera algo de peso, para que fuera algo más como una “muñeca de verdad”.
Me gusta imaginarla en contexto: en algún momento es probable que estuviera en contacto con una Mary, una Florence, una Annie o una Edith (algunos de los nombres de niña más comunes de la época).
Me pregunto si era una muñeca de esas que se arrastran a todas partes, agarrada de una pierna, como Winny de Puh. La cabeza dura, obediente y resignada, dando golpes sobre la madera de unos peldaños bien estrechos: plom, plom, plom. Me pregunto también si su dueña respondía por ella en voz alta, o si de lo contrario le dejaba tiempo para responder, en silencio.
¿Qué crees que está diciendo en estos momentos?