Nº 18 ~
Juguete de penique ‘Bebé desaparecido’
Londres, 1895
Museum of London
Las principales razones por las que escogí este juguete para el retrato de esta semana son la bonita decoración de la tapa y el hecho de que sea una caja.
Las cajas son, de por sí, objetos maravillosos: la idea de un recipiente en el que meter pequeños tesoros es muy satisfactoria, y creo que todos hemos sentido en alguna ocasión esa sensación gratificante y tan particular que tenemos cuando averiguamos que algo “viene con su propia caja”. En este caso, es aún mejor: un conjunto de cajas anidadas, la más pequeña de las cuales contiene una pequeña figurita o muñeca.
Me encantó comprobar que el Museum of London tiene una selección de ‘penny toys and novelties’ (juguetes y baratijas vendidas a un penique) de los tiempos victorianos y eduardianos londinenses, coleccionados por un hombre llamado Ernest King, que los donó al museo en 1918. Puedes leer más sobre la colección aquí. King trabajó como director en una empresa fabricante de sombreros de paja, Melch & Sons, con sede en Gutter Lane, cerca de la Catedral de St Paul. A lo largo de 25 años (1893-1918) compró más de 1500 juguetes de vendedores en la zona de St Paul y Ludgate Hill, suponemos que entre semana al ir a trabajar. Todos estos detalles me gustaron mucho.
La comisaria de Historia Social y de Trabajo del Museum of London señala que, aunque no tengamos más información sobre Ernest King, sí dejó un cuaderno con recortes de noticias sobre los vendedores ambulantes y sus duras vidas. En la época victoriana, existían unos 30.000 vendedores ambulantes casuales, conocidos como costermongers; las familias trabajadoras y de clase media dependían de ellos para cubrir la mayoría de sus necesidades. Me pregunto si King desarrolló un pequeño ritual de comprar uno o dos juguetes por semana, los viernes, por ejemplo. Los vendedores tienen que haberlo reconocido, y seguramente mantuvo una buena relación con ellos a lo largo de todos esos años.
Busqué fotografías de vendedores ambulantes de la época en Londres, para visualizarlo un poco mejor (véanse aquí, un par de décadas antes), e imaginar qué aspecto habrían tenido estos intercambios. También encontré una imagen de Ludgate Hill unos años después, entre 1902 y 1906.
Como nota al margen, me pareció interesante para comprender mejor el contexto que el juicio a Oscar Wilde comenzó en abril de 1895 en el Old Bailey, a un par de calles de donde se compró este juguete unos meses más tarde. Por el mismo precio que este juguete, se podía comprar un ejemplar del periódico sensacionalista The Illustrated Police News, con dibujos que muestran a Wilde sentado junto a Alfred Taylor, también acusado de ‘grave indecencia’: ‘Es abucheado por la multitud’, reza el título.
El libro ‘Street Life in London’ de John Thomson y Adolphe Smith, publicado en 1877, contiene magníficas fotografías y descripciones de los diferentes personajes que podían encontrarse en las calles de Londres de la época victoriana. Y luego tenemos la obra extensiva de Henry Mayhew, titulada 'London Labour and the London Poor' (véase el Vol. 1 aquí). Publicada en 1851, unos años antes de que se vendiera este juguetito, nos ofrece una observación increíblemente detallada de la vida y las personas en las calles de la capital. En la página 463 del primer volumen, escribe sobre ‘Una mujer soltera, vendedora ambulante’, quien dice, en conversación con el autor:
“Madre ha estado muerta desde hace… Bueno, no sé desde hace cuánto, pero es mucho tiempo. Yo he vivido sola desde entonces, y me he mantenido, y tengo media habitación, que comparto con otra mujer joven que se gana la vida haciendo cajitas. No sé qué tipo de cajas. ¿Cajas de pastillas? Pues muy posiblemente, señor, pero tampoco puedo decir que haya visto ninguna yo. Ella sale a trabajar al local de otra persona que hace cajas. Ella no tiene más dinero que yo. Pagamos 1 chelín y 6 peniques por semana entre las dos; esta es mi cama, y la otra es la suya. Nos llevamos bien. No he vendido cosas dulces desde hace mucho. He vendido artículos pequeños en las calles, y flores artificiales y encaje, y muñecas de a penique, y cajas de a penique (de juguete). No, no me dicen nada inapropiado los jóvenes. A veces los niños me han dicho, cuando he estado vendiendo caramelos, “No los mires tanto tiempo, que se van a volver agrios.”
Mirando esta caja y su ‘Bebé desaparecido’ (suponemos que este es el nombre que se le daba en la época, y que anotó Ernest King), me sorprende el trabajo que se invirtió en hacerlo, todo por un penique. Entiendo que seguramente se hicieran muy rápidamente, pero aun así, se tardaría algo en cortar las láminas de madera, darles la forma de cajas, ensamblarlas, decorarlas, hacer la figurita (aunque no esté perfectamente ‘terminada’), y pintar la figura y las cajas. También aprecio lo bonitas y lo sueltas que son esas líneas en la decoración, y me maravilla pensar en las habilidades de estas personas, y cómo han cambiado tanto nuestras expectativas (y nuestra idea de lo “barato”) en los últimos 126 años.
Ernest King compró este juguete el 18 de diciembre de 1895, y el museo nos dice que probablemente fuera diseñado para regalar en el calcetín de Navidad. Unos días más tarde, un periódico describiría el día de Navidad de ese año como “estropeado por unas condiciones meteorológicas lamentables”, con aguanieve, nieve y lluvia (ver el artículo aquí).
Me pregunto si se hicieron muchas más cajas como ésta, y si algún niño o niña ese día de Navidad se sentó en el suelo de una habitación con ventilación escasa, mientras miraba por la ventana el temporal que hacía en la calle. Me pregunto si sacó la figurita del bebé de la cajita, con cuidado, y luego la volvió a colocar emocionadamente, y ensayó a encajar bien la tapa. Y si, unos segundos más tarde, sacó el bebé de nuevo, y sacó todas las cajitas y las colocó en una fila, la una al lado de la otra, para admirarlas bien antes de volver a meterlas todas y cerrarlas con esa bonita tapa otra vez, al menos durante unos minutos. Porque es una tapa realmente bonita.