Nº 21 ~
Pieza de ajedrez ‘Berserker’
Escandinavia, s. XII
National Museum of Scotland
Estaba esperando a encontrar la pieza perfecta para escribir sobre un objeto de juego relacionado con un juego de mesa, y cuando vi esta boca tan repleta de dientes, supe que tenía a mi próximo protagonista. Al igual que cuando dibujé a Perro Espacial, esta pieza me hizo sonreír mucho esta semana; pasé varias horas lentas y relajantes a su lado, y disfruté muchísimo de su compañía.
Es una de las famosas piezas de ajedrez de Lewis, un conjunto de piezas de marfil de morsa encontrado en Uig (Isla de Lewis, Escocia) en 1831, originarias de la Escandinavia del siglo XII-XIII. En aquella época, la Isla de Lewis formaba parte del reino de Noruega, y su cultura era una mezcla gaélicoescandinava. Esta página del National Museum of Scotland ofrece una interesante visión general de estas piezas espectaculares y sus orígenes.
El conjunto contenía 93 piezas, que incluyen 78 piezas de ajedrez, 14 piezas de otros juegos (ver estas fichas de damas) y una espectacular hebilla de cinturón de marfil. Se dispersó al poco tiempo de su descubrimiento, y la mayoría de las piezas acabaron en el British Museum, mientras que las restantes llegaron al Museum of Scotland al cabo de unas décadas. En la actualidad hay 6 piezas expuestas en el Museum nan Eilean (Lewis), en préstamo del British Museum. Esta página ofrece una historia más detallada sobre el descubrimiento, pero el Museum of Scotland sugiere que la forma exacta en que se descubrieron no está clara.
Como conjunto, las piezas son encantadoras, pero me pareció particularmente interesante mirarlas individualmente, y dedicar unos momentos a apreciar las decisiones tomadas a la hora de crear cada figura. En total, el conjunto tenía suficientes piezas para formar unos 4 juegos de ajedrez, y por tanto existen varias piezas de cada tipo (8 reyes, 8 damas, 16 alfiles, 12 warders o hrokr – equivalentes a las torres –, 15 caballos, y 19 peones).
Las damas apoyan sus caras sobre una mano, y sostienen su codo con la otra mano (véase por ejemplo aquí, o aquí o aquí). Traté de averiguar más sobre si esta particular pose tenía algún significado específico, pero no llegué muy lejos, aunque estoy segura de que hay caminos interesantes en los que adentrarse en este sentido.
Un aspecto que me llamó la atención en especial fue que cada pieza de cada tipo es un poco diferente. La tercera imagen de esta página muestra un grupo de 4 damas, todas ellas diferentes y cada una con sus propias variaciones y decoraciones específicas. Este es el caso de todas las piezas de ajedrez, excepto los peones.
Los reyes sostienen espadas sobre sus regazos, en posición horizontal (ver cinco reyes aquí, tercera imagen de la galería). Los ‘warders’ (torres) son un grupo variado: algunos tienen barbas, otros no, algunos sostienen sus escudos hacia delante, otros hacia el lado (ver aquí, tercera y cuarta imagen de la galería). Algunos alfiles sostienen una biblia o un báculo en diferentes manos, y algunos hacen una señal con los dos dedos alzados, que vemos con frecuencia en el arte religioso (ver aquí, cuarta imagen de la galería). Los caballos son preciosos, cada uno algo diferente, al igual que cada escudo – ver la cuarta imagen). Los peones son sencillos y bonitos.
Nuestra pieza es un ‘warder’ y representa a un ‘berserker’ (del nórdico antiguo ‘berserkr’, que significa ‘piel de oso’): una figura vikinga ferozmente valiente, audaz y agresivo que luchaba en una especie de estado de trance animalístico. Al parecer, mordían sus escudos para entrar en un frenesí destructivo; los dientes expuestos aquí resultan en una expresión particularmente maravillosa.
Al mirarlo, en 2021, veo un personaje magnifico: a mí me parece un ‘berserker’ algo reticente, que se lo está replanteando todo. Sus proporciones y su actitud me recuerdan a un niño pequeño disfrazado con armadura que acaba de darse cuenta que en realidad no le va tanto esto de atacar, y que casi mejor se queda en casa y se toma un bocadillo. Nos parece gracioso ahora, pero me pregunté qué pensaban de él sus propietarios del siglo XII cuando lo miraban, y si sus dientes expuestos eran lo suficientemente específicos como símbolo como para conferirle un aire de amenaza y poderío.
Pensando en esto, me topé con un hilo interesante del medievalista Erik Wade, que hace referencia a un artículo de Kim Philips titulado ‘The Grins of Others’(‘Las sonrisas de los otros’), en el que Philips argumenta que los europeos percibían las sonrisas que mostraban los dientes como señales de ‘lo irracional y lo bruto’. En este caso, el artículo se centra específicamente en las representaciones raciales y en la otredad, pero quizás nos ayuda a explicar el simbolismo; si los dientes expuestos se utilizaban para señalizar un comportamiento animal y no humano, esto encaja bien con los elementos de trance animalístico de los berserkers. Quizás el simbolismo prevalecía sobre todos los otros pequeños detalles que se incluían en estas figuras, y quizás incluir unos dientes expuestos tenía el efecto inmediato de comunicar agresión, sin importar lo cuidadoso que fuera el mordisco, ni lo uniformes y arregladitos que nos puedan parecer esos dientes ahora. O quizás sea tan sencillo como que los ‘berserkers’ realmente mordían sus escudos al entrar en batalla, pero el impacto visual parece tener un gran elemento simbólico.
El ajedrez siempre me ha parecido más que bastante intimidante; nunca me he implicado lo suficiente como para aprender a jugar bien, y siempre he pensado que mi incapacidad para apreciar el atractivo del juego se debía a que no estaba bien familiarizada con su lenguaje. A lo largo de los años, es bien probable que haya evitado leer un número no pequeño de libros que contienen referencias y metáforas de ajedrez, porque he pensado que no podría disfrutarlos plenamente.
Por esta razón me sorprendí al darme cuenta de que investigar juegos de ajedrez me estaba resultando inesperadamente conmovedor y bonito. Mojarme los pies en las colecciones de ajedrez me ha llenado de entusiasmo, haciéndome sentir como si hubiera descubierto (a estas alturas del juego, con siglos de retraso) un lenguaje universal de la belleza que ha conseguido resistir el paso del tiempo, y junto a él, una posible clave secreta para entender lo que nos mueve a los humanos.
Quizás lo que me ha impresionado más es el cuidado y el respeto hacia el juego que parece rebosar de todas las piezas que vi en las diferentes colecciones. Sus creadores parecen haberlas diseñado con la esperanza de que sus piezas sean dignas del juego, reflejando su pasión por él. Como lega en esta materia observando desde fuera, parece que el ajedrez se presta a una especie de intimidad atesorada que se comparte con otros jugadores.
Ha sido fascinante ver cómo el juego ha sido “localizado” tan perfectamente en todo el mundo. Imagen tras imagen, las piezas fueron desarmándome por completo: vi un juego de ajedrez Inuit de marfil de morsa creado en torno a 1885; un bonito conjunto de Nigeria del siglo XX; una pieza de Inglaterra del siglo X-XI hecha de hueso de ballena; una pieza del siglo VIII de Egipto; esta bonita pieza de India del siglo XVII; o esta pieza magnífica de Japón del siglo XIX. Me gustó también ver el juego de ajedrez Bauhaus diseñado por Josef Hartwig, y los dibujos de piezas de ajedrez de Man Ray, que se fabricaron un año más tarde y siguen fabricándose hoy.
También me he dado cuenta de la satisfacción y la emoción que supone ver cómo ha cambiado el lenguaje de la representación a lo largo de los siglos, y cómo los objetos pueden reflejar cosas diferentes en diferentes épocas. Es bonito mirar un objeto que aún consigue arrancarnos una reacción fuerte siglos después de su creación, incluso cuando sus símbolos y significados pueden haberse disuelto y podamos estar centrando nuestra mirada en aspectos completamente diferentes.
En el caso de esta pieza, creo que la mayor parte de mi deleite es debido al personaje que veo. ¿Está pidiendo ser el protagonista de una historia, ‘El Berserker reticente’? Manténganse a la escucha.