Nº 16 ~
Niña saltando a la comba
EE UU, 1890
Fabricado por J & E Stevens, Connecticut
Este proyecto me permite asomarme a las obsesiones y aficiones de otros. Hace dos semanas, puedo asegurar que sabía bien poco sobre la existencia de las huchas mecánicas. Seguramente en algún momento me habré topado con ellas y habré tomado una nota mental (el mecanismo de accionamiento iniciado por la moneda no se olvida fácilmente), pero esta semana he aprendido algo sobre la asombrosa envergadura de este pequeño mundo, en el que existen asociaciones establecidas que se dedican a coleccionarlas y admirarlas, y en el que ciertas huchas alcanzan precios muy elevados.
En realidad, estaba buscando una buena comba que retratar cuando me encontré con esta niña (más bien alguien me la presentó). Esta hucha mecánica fue fabricada por J & E Stevens, una empresa con sede en Cromwell, Connecticut, y su patente fue aprobada en 1890.
Puedes ver una en acción durante unos segundos en este vídeo. La empresa fabricó diferentes versiones, en las que varían los colores de la ropa que lleva la chica. Esta página con información de una subasta de 2021 contiene mucha información sobre su diseño, su funcionamiento y todo tipo de detalle adicional. En este modelo la niña lleva un vestido rosa, y los accesorios también tienen diferentes colores al modelo que he retratado. La puja final de la subasta ascendió a $73.800.
J & E Stevens fue fundada por dos hermanos en 1853, y aunque en sus inicios la idea era de vender martillos, artículos de ferretería y algún que otro juguete, acabaron especializándose en juguetes y huchas. La llegada de la Segunda Guerra Mundial supuso una escasez de hierro, debido a las necesidades de producción, lo cual condujo al fin de J & E Stevens, que fue comprada por otra empresa en 1950.
Pensé en el ritual de uso de este objeto: un niño coge una monedita que atesora y la coloca entre las patas de la ardilla (gris, en la parte derecha) y pone en marcha el movimiento. Es interesante pensar en la idea de que ahorrar dinero se veía compensado con una mágica secuencia de movimientos, que se detenía hasta la inserción de la siguiente moneda. Se podía accionar sin que hiciera falta una moneda, pero no creo que tuviera tanta gracia sin ese primer paso; sería un poco como hacer trampas.
Busqué información sobre el origen de las huchas en general, y de las huchas cerdito. Aprendí que, según la nomenclatura en inglés, existían ‘still banks’ (literalmente ‘huchas quietas, es decir, que no se mueven) y ‘mechanical banks’ (huchas mecánicas). Investigué un poquito y me encontré con esta maravillosa hucha cerdito del siglo XV de Java Oriental, expuesta en el Museo Ashmolean de Oxford.
Pero pronto mis pequeñas deambulaciones pensativas dieron un giro abrupto y con razón. Buscando más información sobre esta niña saltando a la comba, me emocioné bastante al ver que existían registros de los dibujos originales y la descripción de la patente.
Me di cuenta de que la niña del dibujo de la patente no se correspondía con la hucha que estaba dibujando – era obvio que el dibujo representaba una ‘picaninny’ (una caricatura racista de niños negros de esa época), que sonreía grotescamente. Una breve investigación de las huchas fabricadas por J & E Stevens produjo una amplia variedad de tales figuras: ver aquí, aquí o aquí. Luego encontré un artículo académico titulado “Play Things: Children’s Racialized Mechanical Banks and Toys, 1880-1930” (‘Objetos de juego: huchas mecánicas y juguetes de niños racializados, 1880-1930’) y el concepto de estas huchas mecánicas adquirió un significado diferente y más complejo. El artículo señala la existencia de “una estructura social mayor que veía la raza y la clase como inseparables” y a los juguetes como “mediadores simbólicos de la cultura” en aquellos tiempos.
Aquí tenemos una serie de objetos usados por niños blancos de clase media – muchos de los cuales muestran a personas negras (y a veces personas de otras razas y orígenes) como objetos de caricatura grotesca de los que reírse, y como objetos frecuentes de maltrato y accidentes –, en los que depositaban sus monedas felizmente.
Si miras este breve video de un coleccionista (39 huchas), verás cuántas de estas huchas mecánicas coinciden con este patrón (al menos un tercio de esta pequeña colección).
Hay una hucha de jugadores de béisbol, que en el vídeo se llama “The Hometown Battery Bank” (se evita mencionar el nombre original, “Home Town Darkies”). Fue reeditado en los años 50, cuando se creó una versión en la que los jugadores tenían en teoría rasgos blancos (una página se refiere a esta hucha como la versión “políticamente correcta”), pero si lo miras de cerca, podrás ver que los rasgos distorsionados siguen ahí bajo el esmalte.
La hucha “Butting Buffalo Bank” muestra a un búfalo embistiendo a un niño de piel absolutamente negra, que trata de encaramarse a un árbol.
La hucha “Dentist Bank” muestra a un dentista blanco extrayéndole una enorme muela a una caricatura de hombre negro con una boca gigantesca – acaban cayéndose.
La hucha “Kicking Cow” (vaca ‘pateadora’) parece mostrar a alguien con rasgos blancos, pero como sugiere este artículo sobre la hucha, quizás no fue siempre así originalmente.
En la hucha “Organ Bank” vemos que la distinción que hacen entre un mono y una persona negra es casi inexistente.
En la hucha ‘Always did ‘Spise a Mule’ otro hombre con tez absolutamente negra y con rasgos exagerados y grotescos se ve pateado por un mula, y hay una versión “Jockey” en la que los harapos que lleva el jinete son incluso más evidentes, y por supuesto acaba tirado por los aires.
La hucha “Uncle Remus Bank” muestra a un ladrón de gallinas negro al que persiguen, y que acaba metiéndose en una cabaña. En esta versión tanto el policía como el niño son negros, pero hay otras versiones en las que el policía es blanco.
La hucha “Bad Accident Bank” me parece posiblemente la más nauseabunda, y luego hay las huchas Stump Speaker y The Mason or Bricklayer.
Las representaciones caricaturizadas y deshumanizadas no solo estaban limitadas a personas negras (aunque parecen ser mayoría), sino que también incluían a personas asiáticas, indígenas e inmigrantes europeos tales como los irlandeses.
He estado pensando mucho en la razón de ser de algunas colecciones de cierto tipo; su objetivo y el razonamiento que existe detrás de ellas. También he estado pensando en la censura y el reciente revuelo en torno a ciertos libros de Dr Seuss. Me pregunto hasta qué punto valoramos el pasado, y nos asimos a él, solamente porque lo consideramos intrínsecamente valioso por ser eso, “el pasado”. Aprecio bien que estos son mecanismos maravillosos y deliciosos, y de hecho por eso se han cruzado en mi camino. Pero, ¿en qué punto se convierte el lujo de sencillamente maravillarnos con el funcionamiento de un objeto en una señal de un problema profundo y arraigado, y en una insistencia de ponernos anteojeras y ver únicamente lo que nos hace sentir cómodos?
¿Cómo es que se subastan objetos como esos sin comentario ni contexto adicional añadido? ¿Cuántos objetos problemáticos es realmente necesario coleccionar para recordar el pasado y no borrarlo, si es que esa es la intención?
La mayoría de mis investigaciones de juguetes tiende a mostrarme juguetes europeos de periodos más recientes u objetos de juego antiguos. Cuando miro los objetos antiguos, puedo centrarme más en el carácter y en el acto de jugar, porque acepto sin reparos que no hay forma de saber ciertos detalles sobre el objeto.
A esta niña que salta a la comba se le dio un carácter porque tomaron la decisión de que fuera blanca. Mirémosla – ojos penetrantes, que miran de un lado a otro. Parece curiosa y metódica, y también el tipo de niña a quien un simple recado puede llevarle por mal camino. Percibo un semblante con aires de Caperucita Roja.
Su contraparte negra, sin embargo, tenía el cuerpo y la sonrisa huecas.